pues el pasado que la reveló ya no tiene sentido.
Ya está anidado en la frontera del recuerdo;
mortal, ajeno y ensimismado.
La ruta del tiempo fijó su desdén,
mas la primavera de su vida emerge,
claro como la aurora e intenso
como el canto del sinsonte.
Tropieza tal vez con la inexorable
turba del desgano, pero en su arremetida
vence el trajinar beduino de sus días.
Llega la hora y la hora parte de sus manos,
niega la nada escondida entre sus ojos,
corre hacia las fantasías que no conoce
e intuye alegre la realidad inesperada.
Atardecer en Chilcas (Ancash - Perú) |
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